miércoles, 19 de julio de 2023

EL 18 DE JULIO EN LA GRANJA. LA EXPERIENCIA DE PABLO DE ANDRÉS COBOS


Este año recordamos el 50 aniversario del fallecimiento de Pablo de Andrés Cobos, maestro republicano segoviano nacido en La Cuesta. Cobos fue maestro de primaria en La Granja entre los años 1925 y 1931.

En julio de 1936 Cobos y su mujer, la también maestra Enriqueta Castellanos, llegan a La Granja a pasar sus vacaciones estivales, pero el 18 de julio sus planes se truncan por el golpe de estado militar y la posterior detención del maestro. Cobos nos cuenta los hechos sucedidos en La Granja durante esos días.

*El texto no incluye el final del mismo, debido a que aparecen datos personales de personas descritas en el texto.

 

Pablo de Andrés Cobos, su mujer Enriqueta Castellanos y cinco de sus seis hijos.


BARTOLO

El día 14 de julio, a las dos de la tarde, iniciaba yo, e compañía de mi mujer, la vacación del año 36. Íbamos a La Granja, en donde ya estaban los hijos, como en veranos anteriores. En el autobús me encontré con el Veterinario de la escolta presidencial, que llevaba el mismo destino, y es encuentro que no he podido olvidar pues la conversación hubo de girar, necesariamente en torno al asesinato de Calvo Sotelo. El día 15 estuve en Segovia, enseñando la ciudad al matrimonio Galera, y pasé por la imprenta de Carlos Martin. Me obligaron allí a redactar un comentario sobre el desgraciadísimo crimen de la República. Fue el momento final de mi actividad periodística; espero todavía la ocasión de goce nuevo de libertad de la palabra.

El comentario fue profético cuando lo redactaba cuando se imprimía, pero no lo fue cuando el semanario dominical se distribuía, pues ya estaba ocupada la ciudad por fuerzas nacionales.

Ese mismo domingo por la mañana y en grupos varios comentábamos en el Medio Punto las noticias primeras del alzamiento militar y eran muy serias las caras. En mi recuerdo queda el pesimismo de A. R., militante de Izquierda Republicana no exento de ambición, y las reservas zorrunas de ciertos derechistas.

Las autoridades provinciales dispusieron la concentración de la Guardia Civil en la capital y La Granja quedó en las manos de la juventud socialista, que redujo sus gestos bélicos a dos simplicísimas tonterías simultáneas e inmediatas al conocimiento del pronunciamiento en Segovia: unos cuantos muchachos, gabarreros, cortaron árboles y los cruzaron en la carretera de Segovia y otros cuantos registraron el cuartel de la Guardia Civil; buscaban armas. Y no encontraron armas, pero asustaron a las mujeres y pagaron luego el susto con las vidas de seis, que no eran. Me decía uno de los ya condenados a muerte: -- Pero, D. Pablo, si yo estuve cortando los árboles.

Creo que fue el día 20 cuando llegó a La Granja el batallón de Transmisiones que huyó del Pardo. La llegada a la puerta de Segovia fue tragicómica porque los muchachos de la juventud socialista se habían puesto la mejor camisa roja para recibirlos. El batallón hizo el viaje al grito de viva la República y en ese grito se ampararon todavía en Villacastín. Pero cuando estuvieron en la puerta de Segovia y descendieron de los camiones y los jóvenes socialistas se disponían a fraternizar, uno de los jefes gritó ¡viva España! y muchos soldados se echaron el fusil a la cara. Los pobres chicos salieron en estampida para quitarse y acaso quemar la camisa roja y limpia. ¡Pobres camisas rojas de la juventud esperanzada y animosa del nuevo y futuro Real Sitio de San Ildefonso!

El batallón de Transmisiones no encontró otra resistencia que la puramente formal que le opuso el Administrador del Patrimonio, que disponía de media docena de guardas forestales, y sólo costó dos vidas, la del Administrador, Sr, Cordero, y la de Joaquín Trillo, médico y republicano y ejemplo máximo de candor infantil. Y he de hacer constar que estas dos vidas fueron concesión graciable de los militares a las damas de la aristocracia palatina, que era residual en los veranos de San Ildefonso. Porque los militares absolvieron al Administrador, a Joaquín Trillo, a Manuel Angulo y a un guarda forestal en el primer Consejo de Guerra que se celebró. Pero, cuando las damas nobles tuvieron noticia de la absolución, organizaron una manifestación tumultuaria, plebeya y envilecida para exigir las vidas de los procesados.

La diabólica furia de aquellas mujeres que habían perdido al mismo tiempo que los privilegios de casta las gracias de su juventud tuvo éxito ante la proverbial gentileza de los militares españoles, que dispusieron nuevo proceso. El Consejo de Guerra segundo condenó a muerte a Cordero y a Trillo, condenó a doce años de prisión menor a Angulo y supongo que absolvió al guarda.

Otra consecuencia de aquella manifestación diabólica, infernal, fue la detención de dos clérigos: D, Pedro Casas, Doctoral de la Colegiata, y D. Cándido, Coadjutor de la parroquia del Cristo. A los dos los hubo de reclamar el Obispo, para salvarlos: D. Pedro se acogió a una modesta parroquia de la Diócesis y D. Cándido, más joven, hubo de refugiarse en el frente, en funciones de capellán. El delito de estos dos clérigos no fue otro que el haber acudido a declarar como testigos de descargo en el primer Consejo de Guerra.

A D. Pedro Casas le vi en mi casa un día, en Madrid, cuando la guerra se alejaba, ¡tan lentamente!, y nos comunicamos nuestra profunda amargura de españoles lacerados. Murió poco después, cuando se disponía a prestarme un gran servicio de tipo familiar. A D. Cándido le encontré ocupado en la parroquia del pueblo de Fuencarral, con dos bodigos en el bolsillo del pantalón y con tan buen humor hacia afuera como amargura hacia adentro. Manuel Angulo fue mucho tiempo compañero mío en el vagabundear carcelario.

Esto quiere decir que la guerra civil no nació en La Granja con el signo trágico que en seguida tuvo y que los manaderos sustantivos de la vesania fueron, en lo local, las damas nobles y un clérigo reptal, que se complacía en acudir como espontáneo a los Consejos de Guerra para declarar contra de los procesados, y, en lo foráneo, los falangistas de Valladolid, que recogieron inmediatamente el señoritismo estéril y resentido de toda la provincia.

Creo que fue el mismo día 20 o el 21 y también en el Medio Punto, por la tarde, cuando le vimos por primera vez la cara al huracán que se estaba desencadenando. En un corro estaban las mujeres y en otro estábamos los hombres, haciendo cortos y lentos paseos. Recuerdo muy bien a un Catedrático de la Universidad de Sevilla, que veía ya una situación cantonal muy dramática, y recuerdo mucho mejor la presencia de Torre Ruiz, el Rector de la Universidad de Valladolid. No me podría fallar este segundo recuerdo porque Torre Ruiz fue una de las encarnaciones de la sabiduría que me deparó mi circunstancia, atendiendo por sabiduría la hombredad, o humanitas, o consistencia de principios sustentantes de conducta. Para que la plenitud de la persona se percibiera mejor, se le veía siempre acompañando a su hermana ciega, que era mujer de muy fina sensibilidad. Torre Ruiz sufrió arresto domiciliario y sobrevivió poco tiempo a la guerra civil.

Con carga de jóvenes vociferantes penetró hasta el fondo de la Alameda una camioneta jadeante y se detuvo ante nosotros para escupirnos aquella locura inicial de los gritos falangistas, con el saludo característico, que, para que fuera reto, se hacía "con rebote". Nos quedamos clavados en el suelo, con hormigueo en las piernas, frío en la espina dorsal, brazos caídos, nudo en la garganta y muy lentificada circulación de la sangre por los vasos. Los gritos se repitieron con furia redoblada... pero la camioneta partió sin que nosotros saliéramos ni del pavor ni del silencio. Y no soy capaz de recordar si en el grupo estaba D. Pedro Casas y fueron sus vestiduras talares las que nos libraron de la agresión, o fue la pura casualidad la que nos cubrió con su manto generoso. Iniciábamos con fortuna la gran aventura que la guerra civil fue para cada uno de los españoles.

He de confesar ahora que a los cuatro o cinco días, ya iniciadas las detenciones, comencé a sentirme resentido, pues entendía que mis condiciones de Maestro laico, de socialista militante y de periodista activo demandaban mayor atención de las autoridades. Era ya el 24 o 25 de julio cuando A. R. me llevó la noticia de que él y yo estábamos vigilados, noticia que me congraciaba con el Comandante militar de la plaza, el Sr. Gazapo. A. R., que era militante de Izquierda Republicana y no estaba exento de ambición política, añadió:

- No me dejaré detener. Si van por mí, saltaré por la ventana y me tendrán que cazar a tiros.

Yo, en cambio, sólo una noche pensé en la fuga, y no por mí, sino para salvar a cuatro muchachos de Misiones Pedagógicas que acudieron a La Granja, hacia mi persona y hacia la frontera. Del peligro me liberó la guardia civil, que madrugó más que yo para ordenar a los fugitivos que se internaran en la Zona.

Al revés, yo entendía que el deber se centraba en la presencia, asumiendo responsabilidades, y declaré improcedente la ausencia de los directivos de la Casa del Pueblo, que se fueron a Madrid y allí se quedaron. Y tuve razón práctica, porque su ausencia multiplicó las detenciones y condenas de familiares y seguidores. Acepté, pues, con cierta complacencia el arresto domiciliario dispuesto por la autoridad militar. Tenía yo un pariente guardia civil con destino en La Granja. Oyó que se ordenaba mi detención y se atrevió a preguntar:

- Es caso grave?

- Es medida preventiva.

- Podría quedar detenido en mi casa?

- No hay inconveniente.

Mi pariente me llevó la noticia por la mañana, me dijo que podía comer con mi familia y que fuera luego a su casa. Así lo hice, sin escándalo alguno, del brazo de mi mujer y con la máquina de escribir en la mano. Pensaba seguir haciendo periodismo.

De esta manera fue el cuartel de la Guardia Civil de San Ildefonso mi primera cárcel, con ingreso del día 30 de julio de 1936, como voluntario, a las tres de la tarde. Vean Vs. cómo eran gentiles todavía las autoridades militares, en La Granja, al menos.

En cuanto a mi pariente, debo hacer constar que pagaba deuda de gratitud, pues cuando los muchachos de la juventud socialista asustaron a las mujeres de los guardias, yo recogí en mi casa a la suya con sus hijos, y a la de otro compañero con una hija, y me apresuré a ofrecer mi casa y mi persona a todas las otras mujeres del cuartel.

Y es claro que la gentileza fue breve; el día 3 de agosto, a las mismas tres de la tarde, y no ya como voluntario, me trasladaron a la prisión general y común, que estaba en las Caballerizas, en una cuadra y en un guadarnés. En la cuadra estaban los del primer proceso y las primeras víctimas, con algunos veraneantes de cierta distinción. En el guadarnés había ya una docena de militantes de la Casa del Pueblo.

Coincidimos en la llegada: mi mujer, con el "hato"; yo, con mi pariente el guardia civil, que hacía mi entrega, y un grupo de requetés, con correajes y armas, víboras en la boca y un vergajo en la mano de un delantero. El grupo de presos se agrupaba en torno a un pilón de agua, abrevadero de los caballos, cuando los hubo, y se entregaban a un placentero lavatorio de cabeza y torso. Los requetés se pusieron en acción inmediatamente:

- Ahí los tenéis; estos son los que nos iban a enterrar.

- Estos son los hijos de... ¡la Pasionaria! ¡Hijos de la Pasionaria!

-Gritad conmigo:¡ Azaña es un cabrón! Sacude al que no grite. ¡Azaña es un cabrón!

- Y conmigo: ¡Largo Caballero es un hijo de la gran puta! Otra vez: Largo Caballero es un hijo de la gran puta! Zúmbale a ese, que no sabe gritar.

Me apresuré a recoger el "hato" de manos de mi mujer y a despedirla y me escabullí hacia el fondo del guadarnés, en donde me entretuve disponiendo mi colchón, mis sábanas, mi manta y mi almohada sobre la cama turca que la ingenuidad de mi mujer había previsto. Les aseguro a Vs. que lentifiqué la escena como lentificaba el barquero el paso de las cabras en el cuento que Sancho contaba a Don Quijote y hasta sería posible que todavía estuviera en aquella tarea mi gusto si no me hubieran forzado.

Porque también los otros presos se fueron refugiando en el interior del guadarnés y en él penetraron los requetés, y en el interior prosiguió la escena, a la vista del guardia que nos guardaba, que se limitaba a decir, de cuando en cuando: "Bueno, vamos; dejarlos ya". Algunas palizas fueron verdaderamente crueles, hasta dejar cicatrices duraderas. Y no eran de Navarra estos requetés tan animosos, porque en una pausa hubo uno que dijo:

-Y el maestro? No hay aquí un Maestro? A ver, el maestro.

No hubo remedio: hube de dar unos pasos al frente, crucé los brazos, serené la mirada cuanto pude y avancé:

- Servidor de Vs.

- De manera que Vd. era el encargado de hacer la revolución en La Granja, eh?

- No respondí nada.

-¿Qué día vino Vd.?

- El 14.

Hubo una pausa mucho más larga. El guardia que nos guardaba insistió de nuevo: "Dejarlos ya". Y nos dejaron. Cuando el guardia que nos guardaba cerró el portalón, todos me miraron con asombro: "Cómo se habrá librado Vd..." Tampoco yo lo supe entonces ni lo sé ahora. Es la ocasión en la que me vi más cerca de la agresión personal. Tampoco sé la forma en que habría reaccionado mi soberbia, porque es desgracia que no sufrí nunca, ni en la infancia, ni en la escuela, ni en el hogar.

Y para que también se asombren los lectores, creo que debo darles noticia ahora y aquí de una anécdota de la posguerra, del año 44 o 45, cuando menos. Me encontré en la calle de la Montera con un ex funcionario del Ayuntamiento de Segovia, que había sido maurista, primero, y falangista furibundo luego, acaso antes loco que malvado. Me saludo con grandes extremos y me dijo:

-¿Qué fue de ti en la guerra?

- Pues en la cárcel.

- Pues dónde te cogió?

- En La Granja.

- ¿En La Granja? ¿Desde el principio?

- Desde el principio.

- ¿Pero estabas allí cuando íbamos nosotros?

- Sin duda.

- ¿Y como no te matamos?...

Tampoco yo sé cómo no me mataron ni cómo nadie me pegó nunca. Y eso que en mis recuerdos de adolescencia está el presentimiento de morir a los treinta y tantos años y tenía 37 en este verano del año 36. Ya ven Vs., estamos en el 66 y sobrevivo al cautiverio.

La realidad con que me encontré en el guadarnés cuando los requetés nos dejaron en nuestra intimidad no era agradable. La guardia abría el portón dos veces al día: por la mañana, para hacer aguas mayores y menores, y por la tarde, para lavarnos en el pilón. Esta segunda apertura se suprimió a partir del escándalo del día de mi ingreso. Para las necesidades corporales urgentes había un cubo en el centro de la sala, junto a un pie de madera. Pero un cubo era muy poca cabida para 24 horas y el orín, con muestras de las características colitis veraniegas, era charco muy ancho cuando llegaba la mañana y las dos ventanas enrejadas que ventilaban el cuarto no daban aire suficiente. Por conducto del guardia que nos guardaba, pedí y obtuve un saco de paja, y también conseguíamos alguna que otra vez que nos abrieran la puerta en casos de apremiantes necesidades.

El torturante olor a mierda fresca era permanente y se adensaba por las noches hasta hacer imposible el sueño; es claro que durante el día no había vigilancia interior y podíamos sestear tanto como nos viniera en gana. Nos cogía así en vigilia la llegada habitual de grupos nuevos a las doce de la noche. Sonaba la llave en la cerradura del portón, se abría este y entraban los seis, o los ocho, o los diez o doce de la redada de aquel día. Era ya habitual la pregunta:

-¿Quién os ha detenido?

-Bartolo.

La respuesta era invariable: Bartolo, y Bartolo era el tonto del pueblo; es decir, uno de los tontos, porque yo conocí dos en La Granja; el otro fue una pobre muchacha que no hizo mal a nadie y a la que todos trataban muy mal. Bartolo fue, en cambio, un verdadero símbolo de nuestra guerra civil; un tonto que se convierte en pieza fundamental de la acción contra el enemigo. Se debe recordar que en el ADELANTADO DE SEGOVIA y en el NORTE DE CASTILLA se prodigaban por entonces los entrefilets destacados en negritas: "Denunciad y detened"; "denunciad y detened", y Bartolo, el tonto de La Granja, tomaba la consigna al pie de la letra en su segunda parte: detenía. Para eso le habían entregado un fusil. Detenía; detuvo, hasta que le quitaron el fusil una noche que quiso divertirse disparándolo en la carretera de Segovia, hasta poner en armas a la guarnición entera. Le quitaron el fusil, pero, claro, no...

FIN

lunes, 10 de abril de 2023

ANTONIO MACHADO EN LA REVISTA AYUDA

Ayuda. Semanario de la solidaridad fue una publicación editada por la Sección Española del Socorro Rojo Internacional, organización vinculada a la Internacional Comunista, que compaginaba la actividad humanitaria con la propaganda política. Comenzó a editarse en febrero de 1936, meses antes del inicio de la Guerra Civil española, con una periodicidad en inicio quincenal, pero que pronto pasó a ser semanal.

Contó con importantes colaboradores -Miguel Hernández, Rafael Alberti, Mª Teresa León y un largo etcétera- y tenía una importante presencia femenina, tanto en sus redactoras, como en los temas que abordaba.

En el nº 50, del 11 de julio de 1937 aparece una doble página compartida por dos intelectuales comprometidos con la República, el poeta Antonio Machado y el premio Nobel Jacinto Benavente.

Transcribimos sus palabras:


ANTONIO MACHADO Y JACINTO BENAVENTE AL SERVICIO DE LA REPÚBLICA

"Por encima, por debajo y a través de la truhanería inagotable de la política internacional burguesa, vigila la conciencia universal de los trabajadores".

(A. Machado)


MEDITACIÓN DEL DÍA

A mis amigos del S.R.I.


Frente a la palma de fuego

que deja el sol que se va,

en la tarde silenciosa

y en este jardín de paz,

mientras Valencia florida

se bebe el Guadalaviar.

-Valencia de finas torres,

en el lírico cielo de Ausías March,

trocando su río en rosas

antes que llegue a la mar-,

pienso en la guerra. La guerra

viene como un huracán

por los páramos del alto Duero,

por las llanuras de pan llevar,

desde la fértil Extremadura

a estos jardines de limonar,

desde los grises cielos astures

a las marismas de luz y sal.

Pienso en España vendida toda

de río a río, de monte a monte, de mar a mar.


Toda vendida a la codicia extranjera: el suelo, el cielo y el subsuelo. Vendida toda por lo que pudiéramos llamar -perdonadme lo paradójico de la expresión- la trágica frivolidad de los reaccionarios.

Y es que, en verdad, el precio de las grandes traiciones suele ser insignificante en proporción a cuanto se arriesga para realizarlas, y a los terribles males que siguen de ellas, y sus motivos no son menos insignificantes y mezquinos, aunque siempre turbios e inconfesables.

Si preguntáis: Aparte de los treinta dineros, ¿porqué vendió Judas al Cristo?, os veríais en grave aprieto para responderos.

Yo he leído los cuatro Evangelios canónicos para hallar una respuesta categórica a este asunto. No la he encontrado. Pero la hipótesis más plausible sería esta: Entre los doce apóstoles que acompañaban a Jesús, era Judas el único mentecato. En el análisis psicológico de las grandes traiciones encontraréis siempre la trágica mentecatez del Iscariote. Si preguntáis ahora ¿porqué esos militares rebeldes volvieron contra el pueblo las mismas armas que el pueblo había puesto en sus manos para la defensa de la nación? ¿Porqué no contentos con esto, abrieron las fronteras y puertos de España a los anhelos imperialistas de las potencias extranjeras? Yo os contestaría : en primer lugar, por los treinta dineros de Judas, quiero decir por las míseras ventajas que obtendrían ellos, los pobres traidores a España, en el caso de una plena victoria de las armas de Italia y Alemania en nuestro suelo. En segundo lugar, por la rencorosa frivolidad, no menos judaica, que no mide nunca la consecuencia de sus actos. Ellos se rebelaron contra un Gobierno de hombres honrados, atentos a las aspiraciones más justas del pueblo, cuya voluntad legítimamente representaban. ¿Cuál era el gran delito de este Gobierno lleno de respeto, de mesura y de tolerancia? Gobernar en un sentido de porvenir, que es el sentido esencial de la historia. Para derribar a este Gobierno, que ni había atropellado ningún derecho ni olvidado ninguno de sus deberes, decidieron vender a España entera a la reacción europea. Por fortuna la venta se ha realizado en falso, como siempre que el vendedor no dispone de la mercancía que ofrece. Porque a España, hoy como ayer, la defiende el pueblo, es el pueblo mismo, algo muy difícil de enajenar. Porque por encima y por debajo y a través de la truhanería inagotable de la política internacional burguesa, vigila la conciencia universal de los trabajadores.

¡Viva España! ¡Viva el pueblo! ¡Viva el Socorro Rojo Internacional! ¡Viva la República española!

ANTONIO MACHADO


domingo, 19 de febrero de 2023

EL CONGRESO DE LAS JSU Y ANTONIO MACHADO (1/3)

El 15 de enero de 1937 se inaugura el I Congreso de las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU), conocido como el congreso de la unificación, al fusionarse en una sola organización las juventudes socialistas y las comunistas. 

El Congreso se celebra en el salón de plenos del Ayuntamiento de Valencia y a la sesión inaugural acuden personalidades políticas que presiden el acto. El poeta Antonio Machado también asiste al acto. Es el invitado de honor del Congreso de los jóvenes y ha sido invitado expresamente por ellos, por lo que el poeta les ha respondido con unas palabras de apoyo aparecidas días antes en la revista Ahora, órgano de propaganda de las JSU desde el 1 de enero de 1937.

En su respuesta, Machado dice a los jóvenes:

"Yo no soy un verdadero socialista y, además, no soy joven; pero, sin embargo, el socialismo es la gran esperanza humana ineludible en nuestros días y que toda superación del socialismo lleva implícita su previa realización."

La presidencia del Congreso en la sesión inaugural. Los congresistas cantan "Joven guardia" puño en alto. Salón de plenos del Ayuntamiento de Valencia, 15 de enero de 1937. Fotografía de Luis Vidal. CDMH.


En la fotografía se reconocen, de izquierda a derecha: José Díaz, dirigente comunista; Dolores Ibárruri, dirigente comunista; Jesús Hernández, ministro comunista de Instrucción pública; el poeta Antonio Machado; Cano Coloma, alcalde de Valencia. En la fila inferior, en el centro, Santiago Carrillo, secretario general de las JSU.

El Congreso tuvo una importante repercusión en prensa y la fotografía de Luis Vidal aparece tanto en la revista Ahora del 19 de enero como en Crónica, esta vez como portada.

El propio Machado aparece en algunas fotografías más, tanto en prensa como en originales:



Revista Ahora, 18 y 19 de enero de 1937. Congreso de las JSU.

Revista Crónica, 24 de enero de 1937. Congreso de las JSU.

Un aspecto de la presidencia durante la intervención de José Díaz. Machado aparece junto a Julio Álvarez del Vayo. Salón de plenos del Ayuntamiento de Valencia, 15 de enero de 1937. Fotografía de Luis Vidal. CDMH.

miércoles, 15 de febrero de 2023

ANTONIO MACHADO Y LA SERENDIPIA

Serendipia: Hallazgo valioso que se produce de manera accidental o casual.

El caso de serendipia que nos ocupa es la localización de una fotografía depositada en el Centro Documental de la Memoria Histórica (CDMH) en Salamanca. En el transcurso de una investigación de Arqueología de Imágenes apareció una valiosa, y desconocida, fotografía del poeta Antonio Machado.

Se trata de la siguiente fotografía:




En ella aparecen, de derecha a izquierda: José Luis, reportero de la revista Fragua Social; el poeta Antonio Machado; su madre, Ana Ruiz; su cuñada, Matea Monedero; una de sus sobrinas, posiblemente María, y su hermano José.

Están apoyados en la balaustrada del chalet Villa Amparo, en Rocafort, que acogerá a Machado y a su familia hasta su traslado a Barcelona. Son los días anteriores al 19 de diciembre de 1936, fecha en la que aparece una entrevista al poeta en la revista Fragua Social.

La aparición de la fotografía también permite desvelar el autor de la misma. Se trata de Finezas (Joaquín Sanchis Serrano), fotógrafo valenciano que trabajó para la CNT y registró la vida de la retaguardia republicana. Suyas son las fotografías aparecidas en distintos diarios y revistas de la visita del reportero. Su obra se puede consultar online (bivaldi.gva.es).


Extractamos una pequeña parte de la entrevista:

"- Y respecto a nosotros, respecto a nuestra revolución, ¿qué criterio cree que habrá de imponerse?

- Ninguno concreto... Estamos en momento en que es absolutamente precisa la más estrecha compenetración de todas las organizaciones y partidos, puesto que todas nuestras energías deben de concentrarse en un fin único: aplastar al fascismo. Después, cuando este caro ideal se haya logrado, todos y cada cual deberán ceder un tanto de sus postulados y doctrinas, para llegar a la perfecta armonía que se requiere para estructurar sin grandes vicios de origen la nueva sociedad."

FRAGUA  SOCIAL

Artículo de Fragua Social, sábado 19 de diciembre de 1936.

jueves, 2 de febrero de 2023

CRUCE DE CARTAS ENTRE ENRIQUE LÍSTER Y ANTONIO MACHADO

Quizás consciente de la arriesgada apuesta del Ebro, Enrique Líster, jefe del 5º Cuerpo de Ejército, manda una carta al poeta Antonio Machado. La lucha del ejército del pueblo es por la cultura y la encarna en Machado, ejemplo de artista leal.

Por su parte, la respuesta del emocionado poeta, señala a los soldados del pueblo como ejemplo mundial en la lucha contra el fascismo.

Ambas cartas aparecieron en el nº 2 del boletín-revista Acero del 5º Cuerpo de Ejército, publicado el 16 de junio de 1938.

El 25 de julio Líster y su ejército cruzan el Ebro.

Enrique Líster consulta su reloj el inicio de la ofensiva hacia Teruel, diciembre de 1937. Walter Reuter.


 Acero. 5º Cuerpo de Ejército, nº 2, 16-VI-1938


EL 5º CUERPO A D. ANTONIO MACHADO

En campaña, mayo de 1938.

A don Antonio Machado.

Barcelona.

Querido don Antonio: Desde las trincheras donde se defiende la libertad y la independencia de nuestra patria, con emoción saludo en usted, en nombre de los combatientes del 5º Cuerpo de Ejército al más digno representante de los poetas, de los artistas que están al lado de España y de su pueblo.

Nosotros, obreros y campesinos ayer, combatientes hoy, estamos orgullosos de que nuestro esfuerzo, de que nuestro ardor combativo, de que la sangre derramada en el frente, encuentre un eco encendido en usted, en sus escritos, en sus poemas, en sus poesías... En don Antonio Machado, honra y orgullo de la poesía española, leal a su patria, fiel a su pueblo, encontramos un estímulo que nos alienta a luchar con más coraje aún.

Sabemos que con el empuje de nuestros fusiles defendemos el porvenir del arte, de la cultura, de la poesía, frente a la agresión de los nuevos bárbaros. Que nuestras bayonetas guardan el grandioso tesoro artístico y cultural de nuestro pueblo. Tesoro que contiene la obra de tantos artistas gloriosos y del cual es usted hoy uno de sus más firmes mantenedores, con el caudal de su labor magnífica. Sabemos con qué profundo dolor ve usted a nuestra patria invadida por el fascismo italogermano, por los enemigos de la cultura, que asesinan a García Lorca, que incendian bibliotecas y museos y que destruyen monumentos artísticos...

¡Pero nuestras bayonetas sabrán vengar estos crímenes! Con nuestro empuje combativo arrojaremos de nuestra patria, en un plazo no muy lejano, a los invasores extranjeros, y levantaremos una nueva España, donde los artistas puedan crear libremente, donde la cultura y el arte vivan con el aliento de todo nuestro pueblo.

Nuestras bayonetas, cumpliendo la consigna de nuestro gobierno: "Resistir para atacar", sabrán alcanzar la victoria final.

Y con ella que usted y con usted los artistas, los poetas, los sabios de nuestra patria, sientan la alegría de vivir y crear.

Le saluda cordialmente,

Enrique Líster 




El poeta Antonio Machado en Rocafort, 1937.

 

D. ANTONIO MACHADO AL 5º CUERPO

A los soldados del 5º Cuerpo de Ejército:

Con la más sincera emoción, camaradas, os envío un saludo a esas trincheras, cavadas en el suelo de nuestra patria, donde defendéis la integridad de nuestro territorio y el derecho de nuestro pueblo a disponer de su futuro.

Ayer obreros de la ciudad y de los campos, consagrados a las santas faenas de la paz y de la cultura, hoy soldados todos, cuando esta paz y esta cultura peligran, todos alistados bajo las banderas de la libertad y de la justicia social, sois, por trabajadores y por guerreros, en vuestra doble calidad de obreros y de soldados, creadores, constructores y sostenes de la civilización, al par que ardientes y abnegados defensores de ella; sois, digo, los españoles integrales de nuestros días y la primera categoría de españoles. Sois algo más (y perdonad si hiero vuestra modestia con elogios desusados), sois mucho más, porque no es sólo España quien ha de agradecer a vuestro esfuerzo su continuación en la Historia; el mundo entero, que hoy os contempla, espera de vosotros una experiencia victoriosa y alentadora; sois la mejor esperanza de todos los trabajadores del mundo y de todos los hombres honrados que pueblan nuestro planeta. Defendiendo a España, traicionada y vendida, combatís al fascio, esa ola de cinismo que amenaza anegarlo todo al poner la fuerza de las armas al servicio de los privilegios injustos acumulados por la Historia; la propiedad desmedida y el derecho a la holganza. Para vosotros, amigos queridos, la fuerza de las armas sirve para amparar el trabajo creador y fecundo, para defender el derecho, para imponer la justicia entre los hombres.

Salud, obreros y soldados, combatientes en las filas del 5º Cuerpo de nuestro gran Ejército de la victoria. Espero que nadie pueda arrebataros el triunfo: estoy seguro que nadie puede privaros de la gloria de merecerlo.

Antonio Machado

 

domingo, 11 de diciembre de 2022

ANTONIO MACHADO EVOCA A PABLO IGLESIAS

El poeta Antonio Machado publicó con asiduidad en el periódico barcelonés La Vanguardia durante su estancia en Barcelona. Sus artículos se agrupan bajo el epígrafe "Desde el mirador de la guerra" y han sido reeditados recientemente con motivo de la incorporación de la ciudad catalana a la Red de ciudades machadianas.

Este no es, por tanto, un artículo poco conocido, pero, al coincidir con el 97 aniversario de la muerte del histórico dirigente socialista Pablo Iglesias, es una buena ocasión para recordarlo.

Machado hace un evocador recuerdo del socialista. Tan evocador como hermoso.

Pablo Iglesias en un mitin en 1910. Archivo ABC.


Homenaje a Pablo Iglesias en su aniversario. Extraida de internet.


Desde el mirador de la guerra

Lo que recuerdo yo de Pablo Iglesias

por ANTONIO MACHADO

Los que somos ya viejos y empezamos a vivir muy pronto evocamos hoy, como uno de los más decisivos recuerdos de nuestra infancia, la figura del compañero Iglesias -así se le llamaba entonces-, de aquel joven obrero de palabra ardiente, de elocuencia cordial. Era yo un niño de 13 años; Pablo Iglesias, un hombre en la plenitud de la vida. Recuerdo haberle oído hablar entonces -hacia 1880- en Madrid, probablemente un domingo (¿un Primero de Mayo?), acaso en los jardines del Buen Retiro. No respondo de la exactitud de estos datos, tal vez mal retenidos en la memoria. La memoria es infiel: no sólo borra y confunde, sino que, a veces, inventa, para desorientarnos. De lo único que puedo responder es de la emoción que en mi alma iban despertando las palabras encendidas de Pablo Iglesias. Al escucharle, hacía yo la única honda reflexión que sobre la oratoria puede hacer un niño: "Parece que es verdad lo que ese hombre dice". La voz de Pablo Iglesias tenía para mí el timbre inconfundible -e indefinible- de la verdad humana. Porque antes de Pablo Iglesias habían hablado otros oradores, tal vez más cultos, tal vez más enterados o de elocuencia más hábil, de los cuales sólo recuerdo que no hicieron en mí la menor impresión. Debo advertir que, aunque nacido y educado entre universitarios, nada habla en mi educación -digámoslo en loor de ella- que me inclinara a pensar que la palabra de un cajista había de ser necesariamente menos interesante que la autorizada por la sabiduría oficial. Quiero decir que no había en mí el menor asombro ante el hecho de que un tipógrafo hablase bien. La palabra es un don -pensaba yo entonces- que reparte Dios algo a capricho, y que no siempre coincide con el reparto de diplomas académicos que hacen los hombres. Para un niño, esto es una verdad muy clara. El tiempo se encarga de enturbiárnosla con múltiples reservas.

Lo cierto es que las palabras de Iglesias tenían para mí una autoridad, que el orador había conquistado con el fuego que en ellas ponía, y que implicaban una revelación muy profunda para el alma de un niño. De todo el discurso, en que sonaba muchas veces el nombre de Marx y el de algunos otros pensadores no menos ilustres, que no podía yo entonces valorar -hoy acaso tampoco-, sacaba yo esta ingenua conclusión infantil: «El mundo en que vivo está mucho peor de lo que yo creía. Mi propia existencia de señorito pobre reposa, al fin, sobre una injusticia. ¡Cuántas existencias más pobres que la mía hay en el mundo, que ni siquiera pueden aspirar, como yo aspiro, a entreabrir algún día, por la propia mano, las puertas de la cultura, de la gloria, de la riqueza misma! Todo mi caudal, ciertamente, está en mi fantasía, mas no por ello deja de ser un privilegio que se debe a la suerte que al mérito propio.

Mucho he pensado, durante mi vida, sobre esta primera meditación infantil, que debí a las palabras del compañero Iglesias.

Hace muy poco tiempo, un año antes de estallar la rebelión militar, Ilya Ehrenburg, nuestro fraterno amigo, me recitaba en Madrid las coplas de Don Jorge Manrique, que él había traducido al ruso y que yo sabía de memoria en castellano. Muy bien sonaban en la lengua de Tolstoi, y en labios de Ehrenburg, aquello de

nuestras vidas son los ríos

que van a dar en la mar,

que es el morir;


Y aquello otro de


allí los ríos caudales,

allí los otros medianos

y más chicos,

allegados, son iguales:

los que viven por sus manos

y los ricos.

Y una reflexión escéptica de muy honda raíz en mi alma, porque arrancaba de otra reflexión infantil , acudía a mi mente. Si los ricos y los que vivimos por nuestras manos -o por nuestras cabezas- somos iguales, allegados a la mar del morir, y el viaje es tan corto, acaso no vale la pena de pelear en el camino. Pero la voz de Ehrenburg me evocaba, también por su vehemencia, las palabras que Pablo Iglesias fulminaba contra las desigualdades del camino, sin mencionar siquiera su brevedad. Y aquella reflexión mía no llegó a formularse en la lengua francesa, que Ehrenburg y yo utilizábamos para entendernos. Porque, decididamente, el compañero Iglesias tenía razón, y el propio Manrique se la hubiera dado. La brevedad del camino en nada amengua el radio infinito de una injusticia, allí donde ésta aparece, nuestro deber es combatirla.

Hace ya algunos años que la voz de Pablo Iglesias ha enmudecido para siempre. Yo la oí por segunda y última vez la tarde en que pedíamos amnistía para los ilustres encarcelados de Cartagena. Llegados al monumento a Castelar, donde la manifestación debía disolverse, encaramado en el alto pedestal vimos aparecer a Pablo Iglesias, que nos dirigía la palabra. Las multitudes aplaudíamos. La voz del orador, algo parda y enronquecida, con aliento difícil de fuelle viejo, era todavía -para mí, al menos- la voz del compañero Iglesias, porque en ella aun vibraba aquel su acento inconfundible de humanidad auténtica.

Yo no sé si la voz de Pablo Iglesias se conserva fonográficamente. De todos modos, no seré quien lamente la ausencia de ese disco. Al fonógrafo, tan exacto para registrar lo cuantitativo, las relaciones de más y de menos en la voz humana, escapa siempre lo cualitativo, ce rien qui est tout, el timbre que distingue a unas voces de otras. Es la tragedia de la máquina, tan útil, tan necesaria: a ella se escapa lo vivo casi siempre; lo espiritual, nunca lo reproduce.

En cuanto a la voz de Pablo Iglesias, del compañero Iglesias, o, si queréis, del abuelo, yo prefiero escucharla en mi recuerdo o, mejor todavía, en labios de otros hombres no menos auténticos, no menos verdaderos, que aun nos hablan al corazón y a la inteligencia.

ANTONIO MACHADO

jueves, 10 de noviembre de 2022

PASIONARIA VISTA POR ANTONIO MACHADO

El periodo de la guerra de España (1936-1939) es la etapa de mayor compromiso político del poeta Antonio Machado.

Lejos quedan los alegres días en los que izó la bandera tricolor en el ayuntamiento de Segovia. La terrible guerra y sus derivadas hacen que Machado se implique en la defensa de la República.

Para ello escribe y colabora con distintas publicaciones.

Refrescamos la memoria del poeta con un artículo que firma en el periódico Frente Rojo, órgano de información del Partido Comunista, sobre la escultura que Victorio Macho hace de la dirigente comunista.

https://www.youtube.com/watch?v=fZEQK-XM-uU



El escultor Victorio Macho trabaja con Pasionaria. 1937.



Pasionaria, de Victorio Macho, 1937.

 


FRENTE ROJO, Valencia, 22 de septiembre de 1937


El Bronce de "Pasionaria" visto por Antonio Machado

"Es "Pasionaria", en ese bronce, por obra del genial Victorio Macho, lo que es ella misma en su vida ejemplar: una lección españolísima de dignidad y fuerza".

Con motivo de la Exposición del busto de "Pasionaria", esculpida por el primer escultor contemporáneo, Victorio Macho, nuestro gran poeta Antonio Machado ha escrito las siguientes cuartillas:

Entre las muchas pruebas de actividad fecunda que viene dando este organismo -la Casa de Cultura-, se nos ofrece hoy la exposición de la obra escultórica de nuestro gran Victorio Macho. Obra de circunstancias es ésta y, digámoslo en justo y supremo elogio de ellas, obra a la altura de las circunstancias. Todos sabemos que las circunstancias actuales son aquellas poco frecuentes en que un pueblo, un gran pueblo, tiene su vida puesta al tablero, lucha por su propia existencia, mantiene con firmeza y heroismo nunca igualados su derecho a continuar en la historia. Y en estos momentos, ¿qué cosa mejor puede hacer un artista que dejarnos en bronce, para siempre, la figura de "Pasionaria"? Perdonad que no añada muchos adjetivos, por respeto a la emoción casi religiosa que el solo nombre de "Pasionaria" ha de despertar necesariamente en nuestros corazones. ¿No es ella España, nuestra España en el trance actual: un éxtasis de suprema honradez y de supremo orgullo? Una emoción sagrada, en efecto, parece haber guiado las manos plasmadoras de Victorio Macho, para sacar del limo de la tierra esa figura santa de mujer, que hoy admiramos en el bronce, los brazos ceñidos al cuerpo y los puños cerrados en una tensión que no es precisamente de combate, sino de firme alerta, el pecho adelantado, la cabeza erguida y los ojos inmortales, ojos de estatua que no miran y enseñan a mirar, severamente enfocados hacia el porvenir. Es "Pasionaria" en ese bronce, por obra del genial Victorio Macho lo que es ella misma en su vida ejemplar: una lección españolísima de dignidad y fuerza, sin sombra de jactancia. Nada hay en ella -miradlo bien-, ni en su vestido ni en su gesto, que no nos revele la humilde obrera que ganó su pan con el esfuerzo de sus brazos: nada hay en ella, sin embrago -reparadlo también- que no imponga respeto, que no acuse la voluntad insondable, capaz de todas las hazañas y de todos los sacrificios. "España soy -nos dice "Pasionaria" en ese bronce, vuestra pobre España, traicionada, vendida, ultrajada, a solas con su destino, invadida y cercada por enemigos tan viles como poderosos, pero firme y serena, en paz con su conciencia. España soy -nos dice "Pasionaria" en ese bronce- alerta, vigilante, atenta sólo al porvenir de mis hijos. Podrán matarme: no me podrán quitar la razón de vivir.

Mi más cordial enhorabuena al autor de una gran escultura, digna de un gran modelo. Mi más sincera y respetuosa felicitación al Gobierno de nuestra gloriosa República, que tan poco tiempo ha tenido que esperar para ver cómo se van logrando los frutos de sus más valiosas iniciativas.

Antonio Machado